Publicado en Abril de 2019
Las cámaras de videovigilancia IP han sido las protagonistas de algunas de las mayores brechas de seguridad de la historia. Fue el caso de un ataque por denegación de servicio (por sus siglas en inglés DDoS) en 2016 que tumbó durante varias horas las webs más con mayor tráfico del mundo como Spotify, Netflix o New York Times.
Las cámaras que permiten ser integradas al Internet de las Cosas (por sus siglas en inglés IoT) son, por tanto, un arma de doble filo. Es decir, su función de vigilar y grabar lo que ocurre en una vivienda particular, una oficina o lugar público, es de gran valor a la hora de dar sensación de seguridad. Pero, al estar conectadas a Internet, son herramientas realmente peligrosas si no cuentan con una capa de ciberseguridad bien armada, actualizada y monitorizada.
Igual de peligrosas son las cámaras de fotos que tenemos en nuestros ordenadores y teléfonos. No hay más que recordar la vulnerabilidad que se detectó hace algunos meses en las cámaras de los iPhone que, por medio de un exploit, permitían oír y ver lo que captaba el móvil de una persona que recibía la llamada aunque la rechazase. En pocas horas, Apple detectó el problema, cerró el servicio de llamadas a tres de todos sus iPhones y solucionó el incidente en cuestión de días.
También tenemos todos guardada en la retina la imagen del ordenador personal de Mark Zuckerberg en la que se veía que tenía la webcam tapada con cinta adhesiva para evitar miradas indiscretas.
Cámaras conectadas al Internet de las Cosas (IoT)
La principal diferencia entre las cámaras que podemos tener en nuestros móviles u ordenadores y las cámaras destinadas a la seguridad de espacios físicos es que estas segundas forman parte del IoT. Es decir, son sistemas que han sido concebidos para conectarse a una red neuronal gigantesca en la que hay miles y miles de dispositivos que se conectan a forma nodos.
Por lo general, prima más el precio que la seguridad y muchas compañías encargadas de desplegar estas redes le dan más importancia a lo primero que a lo segundo. Por ello, en muchas ocasiones nos encontramos cámaras IP que no están siquiera diseñadas para que se les pueda instalar un software de seguridad.